La transición hacia un futuro energético limpio es esencial para combatir el cambio climático. A medida que avanzamos hacia fuentes de energía renovable como la solar y la eólica, enfrentamos desafíos significativos para abandonar por completo los combustibles fósiles. Sin embargo, las infraestructuras y los mercados actuales no están completamente preparados para ese cambio drástico. Aquí es donde entran en juego las soluciones “puente”, como el gas natural y la energía nuclear. Estas fuentes de energía, aunque no completamente limpias, desempeñan un papel crucial en garantizar la seguridad energética y la estabilidad económica durante la transición.
La importancia de las soluciones “puente” en la transición energética
El concepto de soluciones “puente” se refiere a fuentes de energía que, aunque no son completamente libres de carbono, son más limpias que los combustibles fósiles tradicionales como el carbón y el petróleo. Estas soluciones pueden incluir el gas natural y la energía nuclear, que generan menos emisiones y pueden proporcionar una fuente confiable de energía mientras las tecnologías renovables siguen desarrollándose.
Según el vicepresidente de Agility, Tarek Sultan, las soluciones “puente” son necesarias para garantizar que el mundo no sufra una escasez energética ni un colapso económico mientras hacemos la transición hacia un futuro más limpio. A medida que aumentan las inversiones en energía solar y eólica, estas fuentes de energía aún no pueden satisfacer por completo la creciente demanda mundial de electricidad. Por ejemplo, la electrificación del transporte y la expansión de la tecnología digital, como los centros de datos y las fábricas de semiconductores, requieren cada vez más energía, lo que pone presión en una red eléctrica que todavía depende en gran medida de los combustibles fósiles.
La situación actual de la red eléctrica
Aunque el uso de energías renovables ha crecido exponencialmente, la realidad es que la infraestructura eléctrica mundial no está completamente lista para funcionar con energía renovable. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), el 80% de la electricidad sigue siendo generada por combustibles fósiles. A pesar de que la mayor parte de la nueva capacidad instalada hoy en día proviene de fuentes de energía renovable, aún no hemos resuelto algunos de los problemas más complejos y costosos, como la ampliación de las líneas de transmisión y la modernización de la infraestructura existente para adaptarse a las energías renovables.
Uno de los principales retos es que las renovables como la solar y la eólica son intermitentes, lo que significa que no siempre pueden generar energía cuando más se necesita. Esto crea una necesidad urgente de fuentes de energía de base (aquellas que pueden generar electricidad de manera constante), y aquí es donde el gas natural y la energía nuclear juegan un papel fundamental.
Gas natural y energía nuclear como soluciones “puente”
El gas natural es más limpio que el carbón y el petróleo, lo que lo convierte en una opción más favorable en términos de emisiones de carbono. Además, las plantas de gas natural son flexibles y pueden encenderse rápidamente cuando la energía renovable no está disponible, lo que garantiza la estabilidad del suministro energético. Sin embargo, el gas natural no está exento de problemas ambientales. Las fugas de metano, un potente gas de efecto invernadero, durante la extracción, el almacenamiento y el transporte son una preocupación significativa.
La energía nuclear, por otro lado, es una fuente de energía libre de carbono que puede proporcionar energía de base. Aunque ha habido preocupaciones sobre la seguridad y la proliferación nuclear, los avances en la tecnología, como los procesos de transmutación, han mejorado significativamente la seguridad y la eficiencia de la energía nuclear. Según Franklin Servan-Schreiber, de Earthmind, la energía nuclear es especialmente importante en regiones como el Golfo Pérsico, donde la falta de ríos hace que otras opciones de energía de base sean limitadas.
El reto del transporte por carretera
En el sector del transporte por carretera, que es uno de los principales contribuyentes a las emisiones de carbono, se están considerando soluciones de cero emisiones, pero muchas de ellas aún no son prácticas en la actualidad. Aunque los vehículos eléctricos y los camiones impulsados por hidrógeno son prometedores, sus infraestructuras aún están en desarrollo, y los costos siguen siendo prohibitivos para muchas empresas.
Por ejemplo, los camiones eléctricos de baterías actualmente tienen una autonomía máxima de unos 480 kilómetros y requieren varias horas para recargarse. Los camiones impulsados por hidrógeno, que pueden recargarse en unos 30 minutos y tienen una autonomía de hasta 800 kilómetros, también enfrentan limitaciones debido a la falta de una red de estaciones de recarga adecuada. Además, estos camiones son considerablemente más caros que sus homólogos diésel, incluso después de los incentivos fiscales.
En este contexto, los vehículos híbridos como el Toyota Prius siguen siendo una opción más asequible y eficiente en términos de emisiones, aunque no sean completamente libres de carbono. A corto plazo, es probable que veamos una combinación de tecnologías, donde los vehículos híbridos y los camiones impulsados por gas natural desempeñen un papel importante mientras las tecnologías de cero emisiones siguen desarrollándose.
Los desafíos para las empresas
Mientras las empresas intentan adaptarse a las nuevas normativas sobre emisiones, muchas de ellas están luchando por mantenerse al día. En países como Canadá y Alemania, las nuevas regulaciones que exigen informes detallados sobre las emisiones de carbono han provocado quejas de las empresas, que argumentan que necesitan más tiempo para cumplir con estos requisitos.
Además, muchas empresas han retrocedido en sus compromisos climáticos debido a la falta de garantías de que las inversiones en sostenibilidad generen retornos económicos. Según un informe de Bain & Co., aunque el acceso al capital para inversiones en tecnologías bajas en carbono no es un problema, garantizar un retorno de la inversión sigue siendo un desafío.
Esto subraya la necesidad de una mayor colaboración entre los sectores público y privado. Los líderes empresariales reconocen la importancia de las normas ambientales y de sostenibilidad, pero también quieren asegurarse de que las nuevas normativas no limiten la inversión en nuevas tecnologías antes de que estas puedan desarrollarse completamente.
Resiliencia y adaptación: aspectos prioritarios
A medida que el mundo avanza hacia una economía de cero emisiones, es fundamental no perder de vista la necesidad de inversión en adaptación y resiliencia. Incluso si logramos acelerar la transición energética, seguiremos necesitando infraestructuras resistentes al cambio climático, como diques, sistemas de gestión de aguas pluviales, suministro de agua y redes de energía distribuidas.
La resiliencia también implica la construcción de edificios y viviendas resistentes a las inclemencias del clima, así como la modernización de las infraestructuras energéticas para hacer frente a fenómenos meteorológicos extremos. La adaptación no solo es una cuestión de preparación para el futuro, sino que también puede ofrecer beneficios a corto plazo, como la creación de empleos en la construcción y la modernización de infraestructuras.
Innovación y tecnología: la clave del éxito
La revolución de la energía limpia está produciendo avances tecnológicos que están ayudando a acercarnos a un futuro libre de carbono. Un ejemplo de ello es la empresa Molten Industries, una startup de hidrógeno que, al intentar desarrollar una nueva forma de producir hidrógeno, terminó inventando un método innovador para producir grafito. El grafito es un componente crucial para aumentar la capacidad de almacenamiento de las baterías, lo que representa un avance importante en la tecnología de almacenamiento de energía.
Estos avances tecnológicos no solo son transformadores, sino que también demuestran la importancia de permitir que las empresas innoven y se adapten a las circunstancias cambiantes. La transición energética no se trata solo de reducir nuestras emisiones de carbono, sino también de fomentar la innovación que pueda ofrecer soluciones a los problemas energéticos del futuro.
La transición hacia una economía libre de carbono es una tarea monumental que requiere un enfoque multifacético. Si bien las energías renovables como la solar y la eólica son esenciales, todavía necesitamos soluciones “puente” como el gas natural y la energía nuclear para garantizar la estabilidad económica y energética mientras avanzamos hacia el futuro.
Además, es fundamental que el sector público y el privado colaboren de manera efectiva para desarrollar normativas que promuevan la sostenibilidad sin sofocar la innovación. Al mismo tiempo, debemos priorizar la inversión en resiliencia y adaptación para proteger nuestras infraestructuras y comunidades del impacto del cambio climático.
La revolución energética ya está en marcha, y aunque el camino hacia un futuro libre de carbono será largo y desafiante, las soluciones “puente”, junto con la innovación tecnológica, nos ayudarán a cruzar ese puente hacia un mundo más sostenible.